sábado, 7 de junio de 2014

TESTIMONIO MISIONERO

Tuve la oportunidad de participar del 6 al 12 de enero pasado en la Misión Guayakikua-Caaguazú, que es una localidad ubicada bien lejos de la ruta internacional. Numero¿ Dicha Misión consistió en visitar a las familias de las comunidades pertenecientes a Guayakikua, compartir sus experiencias, leer la biblia con ellos y orar juntos. Como teníamos muchas comunidades por visitar nos dividimos en dos grupos. El primer día fuimos a San Roque con mi grupo “los de Mario” (nos llamábamos así porque el seminarista Mario Frutos era la cabeza). Por más que nos explicaron tantas veces qué y cómo teníamos que hacer, yo seguía con dudas, me agarraba un miedo, ansiedad; en síntesis, una mezcla de emociones. Pero por algo pasan las cosas, tuve la bendición de que me tocara como compañero el Hermano Juan Carlos Paredes quien me ayudó muchísimo. En dicha comunidad, que no era tan poblada, llegamos como a 6 familias, cada una con una historia especial, pero la que más me conmovió fue la de una señora que vive para cuidar de su marido, el cual perdió el juicio al ver morir a su hijo en un accidente. A lo largo de la charla con ella me pude dar cuenta que a pesar de esa situación, ella tiene una fe en Dios muy fuerte y con eso me puse a reflexionar que a veces (casi siempre) me desaliento por situaciones que frente a lo de ella resultan insignificantes. El segundo día para mí fue el más difícil, ya que en la localidad de Maitei hay muchas familias protestantes que se mostraban indiferentes, en las casas donde llegábamos los jóvenes nos ignoraban, incluso fumaban frente nuestro o no bajaban el volumen de su música mientras orábamos (y no eran baladas lo que escuchaban), pero pedía fuerzas a Dios y gracias a eso seguía. Uff! Y llego el tercer día, fuimos a Santo Domingo y a la comunidad cercana Mbururu. Pero no se imaginan lo que tuvimos que caminar! Pasamos por arroyuelos, inmensas arribadas y pendientes, algunas peligrosas. Pero bueno, yo todo eso lo pasé UN día, mientras todas esas familia a las que visitamos pasan por eso TODOS los días para acudir a la Santa Misa. ¿Tenemos en nuestro camino hasta la Iglesia San Miguel dificultades como esas para llegar a participar de la Misa?. También debo agregar lo fuerte que fue para mí ver a un abuelo postrado en su cama debido a varias caídas que tuvo. Lo triste es que solo una de sus hijas se encarga de cuidarlo y ni sus hijos, nietos o sobrinos van a visitarlo aunque sea. Si supieran que yo daría todo por tenerlos vivos a mis abuelos, pero lo único que puedo hacer por ellos es orar. En San Isidro, el 4to día, me di cuenta de lo poco agradecida que soy, esas familias numerosas tienen una sola comida al día “el almuerzo”; yo tengo la oportunidad de estudiar, a muchos no les sobra o no tienen para pagar el estudio de sus hijos, yo tengo los calzados suficientes, capaz de mas, ellos andan descalzos; yo tengo agua cuando quiero, a ellos se les limita eso. Mientras nosotros pedimos más y más, ellos agradecen de todo corazón lo que tienen, por más que sea poco. Y llegó el último día de Misión, nos tocó la comunidad en donde nos alojábamos, San Blas. Fue un día más en que el Señor me mostró que la felicidad está en dar, porque a pesar de sus condiciones todas las familias en cada comunidad nos daban los alimentos como para 15 personas, a veces para los 30 misioneros. Solo le pido a Dios que lleguemos a ser como todos ellos: desapegados, sencillos, alegres, generosos, y por sobre todo felices. La misión para mí ha sido, es y será una experiencia inolvidable e irremplazable. Agradezco a Dios por haberme empujado, porque realmente hasta el último momento no sabía si ir. Pero el hecho de estar lejos de mi familia y amigos, sin televisión, celular, sin ciertos lujos valió la pena porque aprendí tanto, y tanto queda poco, traje enseñanzas para toda la vida. También agradezco a todas y todos mis hermanos misioneros, porque gracias a ellos la pase increíblemente bien. Espero que en la próxima misión vayamos muchos más jóvenes, y que además de llevar ayuda espiritual llevemos una ayuda social, porque ya que conocí la realidad, no puedo quedarme con los brazos cruzados. Así que jóvenes, los invito a dejar fiestas, bailes, bebidas, etc, etc para vivir una semana cerca de Dios, es grandioso!, y como dijo el Papa Francisco “Hagamos Lío”, es decir, movámonos, levantémonos, hagamos ruido!. Y para despedirme, quiero decirles que fui para misionar y resulte misionada, porque aprendí más de lo que pude enseñar. Eliana Blanco

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